jueves, marzo 09, 2017

Operación Ultra

No recuerdo en qué momento empecé a fijarme en ti, solo recuerdo tu sonrisa y tu forma de ser, siempre atento, siempre respetuoso, después de la cirugía, hasta coqueto, pero tenías novia y eras mi interno. Hay dos episodios que los tengo claros, ambos involucran borrachitos. Uno de ellos mientras lo estaba suturando se porto alevoso y grosero conmigo, y me defendiste. El otro era papa de un niño que había sufrido una convulsión en la casa de los primos, quería quedarse en el crítico y no se de donde apareciste, pero me ayudaste. 
El día que te despediste me diste una gran abrazo y una gran sonrisa, y tu perfume se quedó en mi nariz, en mi cerebro, en mi memoria. Vinieron tus múltiples invitaciones a las redes sociales, las cuales con tanto recelo, fui aceptando, las varias veces que dijiste vamos por un café doc. 
Antes de tomarnos un café, te dije que si para ver Star Wars. Y ese fue el pretexto de que empecemos a conversar todo el tiempo.  
Y vino ese café, donde conversamos muchas cosas, te soy sincera, me encantó la manera en la que me miraste el rato que llegué. Sorprendido, y de pies a cabeza. 
Estábamos nerviosos, incluso un poco torpes, conversamos de Medicina toda la tarde, haciendo anotaciones y evaluándonos mutuamente. Tenía la comparsa de Navidad, donde fuiste a verme, estuviste conmigo  un gran trecho. 
Recuerdo tantas cosas, tantas situaciones, tantas conversaciones, quien tuvo miedo desde el inicio fui yo,  miedo a sentirme, vulnerable, susceptible, como ahora, y varias veces me dijiste que las cosas van a ir pasando poco a poco. Nunca te ofrecí una relación convencional, mis horarios, mis viajes, los estudios, jugaron roles importantes en la relación, y eso hay que aceptarlo. Me encantaba romper tu esquema, y sorprenderte con detalles. Y las idas al cine se convirtieron en un ritual, no me olvido la expresión en el momento que elegí una película y pediste de favor que no sea una romántica, me quedé callada y no dije nada. Y era una película de acción... pero el título no daba con lo que se trataba...
Irme a comer contigo era lo mejor, caminar de la mano por la calle, y más mientras llovía. Vernos por esos espacios de tiempo.  En la temporada del terremoto, nunca supimos quien de los dos iba a ir. A la final no fue ninguno. Pero esa sensación de mandar al otro a una situación de peligro, la sinceridad con la que hablamos esa noche, fue única. Los chocolates, las galletas, los dulces que siempre tenias para mí, a pesar que no te gustaban. Y el sorteo de la rural, nunca te dije que te quedes, y a la final no sabré que hubiera pasado al decirte eso, si lo hubieras hecho o no. Pensé en terminar ahí todo, por más que duela, pero una vez más leíste mi mente y me convenciste de intentarlo. La verdad no sé cuando se fue todo a pique. O no sé que era lo que esperabas de mí. Había momentos mientras conversábamos que pensaba... regresa de la rural y le digo que nos vayamos a vivir juntos, yo hablando de vivir juntos... pero las cosas no resultan como quisiera. En esto de las relaciones interpersonales nunca ha sido mi fuerte, y una vez más lo compruebo. 

Hay detalles y situaciones que prefiero dejarlas fuera, porque son de los dos, y que ahora solo son recuerdos. Al menos de mi parte hubiera preferido que las cosas se manejen de manera diferente, y directa, y de otra forma. 
Extraño muchas cosas, las conversaciones, los abrazos, las fotos, los vídeos, las llamadas y los mensajes. Y pasará un tiempo hasta que todo pase y vuelva a ser yo. Esta es mi catarsis. Mi manera de sacarlo. Esta vez que el blog aguante. 

Pd. Quise publicarlo el 8 de marzo... pero mejor deje así. 

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