Mauricio apareció en el cine, para acompañar a su amiga, no de buena gana, que ya había estado acostado, cuando recibió el llamado. Pero la intriga de conocer a aquel maravilloso personaje, y de poder dar una opinión sincera a su amiga, se levantó y se presentó en aquella sala.
Aquella noche nada diferente pasó, el café acostumbrado, la cena y todo.
Ximena se sentía cada vez más extasiada, este hombre, se había comportado como el hombre que había imaginado para pasar el resto de la vida. ¿Lo había pensado? O solo lo sabía…. No se daba cuenta en realidad.
Todo él, un caballero, con su acento inglés que lo hacía diferente, sólo con su mirada ella se sentía desnuda, se sentía expuesta, conocida, se sentía libre de ser ella, decir lo que pensaba, en el momento que lo pensaba, sin remordimiento, por que era él la persona que inspiraba ese tipo de confianza.
Una tarde donde el sol brillaba, después de salir de una de las frías aulas del hospital, caminaba con sus compañeras, pero no escuchaba que decían, no le importaba la verdad, ellas con sus pleitos y sus historias curuchupas, la tenían harta. Buscó entre sus compañeros a Mauricio, quién estaba en ese momento encendiendo un cigarrillo, solo la miró, y se hizo a un lado para esperarla.
-Te noto en otra onda mujer- dijo mientras sacudía el cigarrillo arrojando la ceniza a una botella. – Ni me vendrás a decir, que TU te enamoraste, por que no te creo capaz.
-¿No me crees capaz?-
- No, no me preguntes, por que no se la respuesta, esa es una de las imágenes que no tengo registrada de ti, enamorada. –
- Jajajajaja, y si te digo que esa es una de las posibilidades… ¿serías capaz de creerme?-
- Podría intentarlo- dijo mientras sonreía irónicamente, - Pero igual, no se, no eres como las demás mujeres, que en este momento estarían danzando y gritando al mundo que estás enamorada, mejor te noto pensativa, insisto te noto en otra onda.
Pues sí era verdad, estaba más callada que de costumbre, se sentía otra persona, no era ella, se sentía que vivía y a la vez no lo hacía, ninguno de sus compañeros lo notaba, pues ella sabía diferenciar los aspectos de su vida, sus estudios eran lo número uno en su lista de prioridades y siempre se dijo que nadie ni nada iban a afectar su ideal más grande… Convertirse en una doctora. Solo mantenía esa sonrisa, todo el tiempo esa sonrisa…
Hacía tiempo que no sabía nada de philipe pero no le importaba, solo sabía que en el momento preciso el aparecería. Y así fue, salía de unos exámenes, cansada con ganas de comer, fumarse un tabaco, tomar un café, una ducha e ir a dormir.
Llegó con un café en la mano, un libro y un paquete de cigarrillos, un poco extraños a decir verdad, pero a la final dijo ella… sirven.
Salieron a comer, conversaron, y a la vez no, era como que se conocían de años, ese ambiente, mezcla de tensión, romance, y atracción, hacían que mas de uno de los comensales los observe por un buen tiempo. Los besos se fueron haciendo mas intensos y pedían cada vez algo más, algo extra…
La música colaboraba para la ocasión, hasta que llegó un tango… el solo se separó, se levantó y se dirigió hacia la barra, donde ponían la música, pidió un trago y la miró, en sus ojos, había cierta malicia, que lo hacía deseable, era la seducción y su efecto sobre estos dos seres, se vino otra canción, y otro trago, Ximena miraba absorta a aquel individuo, todos y cada uno de sus movimientos, sus facciones y reacciones, que no notó a la chica de vestido rojo que los miraba, bueno los suena a mucha gente, que miraba a este hombre de una manera demasiado amistosa, y claro él lo notó.
Empezó a coquetear con la mujer del vestido rojo desde la barra, mientras Ximena se sentía menospreciada, golpeada, herida en su amor propio, tomó el último sorbo de vino de su copa y se levantó al baño, dispuesta a observar que pasaba en el momento en que ella se ausentaría, la mente de mujer dio rienda suelta y se vio en el peor escenario. Al regresar notó que la mujer del vestido rojo se había cambiado a la barra, sentada a lado de ¿su? Hombre.
Se sentó y pidió otra copa de vino tinto, y se limitó a observar, cada uno de los movimientos de la mujer, en sus años de experiencia de observadora, esta mujer intentó de todas maneras acercarse a Philipe, y lo había logrado, conversaban animadamente, sonrientes, y vio el brillo en los ojos de la mujer, lo había logrado.
Indignada, emprendió la retirada, estaba a punto de tomar su abrigo, cuando la música paró de repente, y una voz le decía:
-No te vayas- Yo estoy aquí por ti.-
Otra vez esos brazos la tomaron y la giraron, se soltó y lanzó un golpe digno de una mujer herida, solo se escuchó su mano sobre la mejilla de este individuo que la tenía atrapada. Solo sonrió, estiró su mano, la giro sobre su cabeza, el tango volvió a retumbar en esas paredes de piedra, inmersa en su ira, Ximena trataba de safarse, huir, y de no dejarse herir jamás por nadie, volvió a girarla, la atrajo hacia él, y empezaron a bailar su tango, todo lleno de sentimiento, ira, sexo, perdón y resentimiento. La mujer del vestido rojo entendió que ese hombre solo la había usado para crear aquel momento sublime.
Aquella noche nada diferente pasó, el café acostumbrado, la cena y todo.
Ximena se sentía cada vez más extasiada, este hombre, se había comportado como el hombre que había imaginado para pasar el resto de la vida. ¿Lo había pensado? O solo lo sabía…. No se daba cuenta en realidad.
Todo él, un caballero, con su acento inglés que lo hacía diferente, sólo con su mirada ella se sentía desnuda, se sentía expuesta, conocida, se sentía libre de ser ella, decir lo que pensaba, en el momento que lo pensaba, sin remordimiento, por que era él la persona que inspiraba ese tipo de confianza.
Una tarde donde el sol brillaba, después de salir de una de las frías aulas del hospital, caminaba con sus compañeras, pero no escuchaba que decían, no le importaba la verdad, ellas con sus pleitos y sus historias curuchupas, la tenían harta. Buscó entre sus compañeros a Mauricio, quién estaba en ese momento encendiendo un cigarrillo, solo la miró, y se hizo a un lado para esperarla.
-Te noto en otra onda mujer- dijo mientras sacudía el cigarrillo arrojando la ceniza a una botella. – Ni me vendrás a decir, que TU te enamoraste, por que no te creo capaz.
-¿No me crees capaz?-
- No, no me preguntes, por que no se la respuesta, esa es una de las imágenes que no tengo registrada de ti, enamorada. –
- Jajajajaja, y si te digo que esa es una de las posibilidades… ¿serías capaz de creerme?-
- Podría intentarlo- dijo mientras sonreía irónicamente, - Pero igual, no se, no eres como las demás mujeres, que en este momento estarían danzando y gritando al mundo que estás enamorada, mejor te noto pensativa, insisto te noto en otra onda.
Pues sí era verdad, estaba más callada que de costumbre, se sentía otra persona, no era ella, se sentía que vivía y a la vez no lo hacía, ninguno de sus compañeros lo notaba, pues ella sabía diferenciar los aspectos de su vida, sus estudios eran lo número uno en su lista de prioridades y siempre se dijo que nadie ni nada iban a afectar su ideal más grande… Convertirse en una doctora. Solo mantenía esa sonrisa, todo el tiempo esa sonrisa…
Hacía tiempo que no sabía nada de philipe pero no le importaba, solo sabía que en el momento preciso el aparecería. Y así fue, salía de unos exámenes, cansada con ganas de comer, fumarse un tabaco, tomar un café, una ducha e ir a dormir.
Llegó con un café en la mano, un libro y un paquete de cigarrillos, un poco extraños a decir verdad, pero a la final dijo ella… sirven.
Salieron a comer, conversaron, y a la vez no, era como que se conocían de años, ese ambiente, mezcla de tensión, romance, y atracción, hacían que mas de uno de los comensales los observe por un buen tiempo. Los besos se fueron haciendo mas intensos y pedían cada vez algo más, algo extra…
La música colaboraba para la ocasión, hasta que llegó un tango… el solo se separó, se levantó y se dirigió hacia la barra, donde ponían la música, pidió un trago y la miró, en sus ojos, había cierta malicia, que lo hacía deseable, era la seducción y su efecto sobre estos dos seres, se vino otra canción, y otro trago, Ximena miraba absorta a aquel individuo, todos y cada uno de sus movimientos, sus facciones y reacciones, que no notó a la chica de vestido rojo que los miraba, bueno los suena a mucha gente, que miraba a este hombre de una manera demasiado amistosa, y claro él lo notó.
Empezó a coquetear con la mujer del vestido rojo desde la barra, mientras Ximena se sentía menospreciada, golpeada, herida en su amor propio, tomó el último sorbo de vino de su copa y se levantó al baño, dispuesta a observar que pasaba en el momento en que ella se ausentaría, la mente de mujer dio rienda suelta y se vio en el peor escenario. Al regresar notó que la mujer del vestido rojo se había cambiado a la barra, sentada a lado de ¿su? Hombre.
Se sentó y pidió otra copa de vino tinto, y se limitó a observar, cada uno de los movimientos de la mujer, en sus años de experiencia de observadora, esta mujer intentó de todas maneras acercarse a Philipe, y lo había logrado, conversaban animadamente, sonrientes, y vio el brillo en los ojos de la mujer, lo había logrado.
Indignada, emprendió la retirada, estaba a punto de tomar su abrigo, cuando la música paró de repente, y una voz le decía:
-No te vayas- Yo estoy aquí por ti.-
Otra vez esos brazos la tomaron y la giraron, se soltó y lanzó un golpe digno de una mujer herida, solo se escuchó su mano sobre la mejilla de este individuo que la tenía atrapada. Solo sonrió, estiró su mano, la giro sobre su cabeza, el tango volvió a retumbar en esas paredes de piedra, inmersa en su ira, Ximena trataba de safarse, huir, y de no dejarse herir jamás por nadie, volvió a girarla, la atrajo hacia él, y empezaron a bailar su tango, todo lleno de sentimiento, ira, sexo, perdón y resentimiento. La mujer del vestido rojo entendió que ese hombre solo la había usado para crear aquel momento sublime.
1 comentario:
No que ibas a poner uno de estos capítulos semanalmente.... ja ja ja
Suerte y acabarasle ve!!!!
Un abrazoteeeeeee
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